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2005/01/19

Las Aventuras de JSB (6ª entrega)

[...]

Una vez fuera, ¡más problemas!. Se habían enterado de la desaparición de los gorilas y estaban buscando como locos. Se movían más que un cojo borracho con párkinson. No podía salir del callejón en el que me encontraba. Tenía que analizar fríamente la situación, así que saqué unos cuantos cubitos de hielo del termo que llevaba en el bolsillo, y me los metí espalda abajo [nota mental: en vez de dejar de comer en Ermenegilda Unto, debo dejar los trastos en casa]. Ahora que estaba a la temperatura adecuada (o por lo menos mi espalda), podía pensar mejor. Analicé todas mis posibilidades: no había las típicas escalerillas de incendios de las pelis; la ventana más cercana estaba a 3 m. de altura, y no había nada lo suficientemente alto para subirse y así poder alcanzarla, sólo había un contenedor. Estaba perdido... ¡un momento! ¿un contenedor? ¡claro! En aquel momento de estrés, de tensión, me pareció lo más adecuado pero luego, me arrepentiría. Fue realmente traumático; me escondí en el contenedor. Aún encima, tuve que camuflarme pintándome la cara con restos de café y tapándome con pieles de plátano, y tuve que cerrar la tapa, por miedo a ser descubierto (todas las precauciones son pocas con esos tíos). Es imposible expresar lo que pasé allí dentro. Las primeras horas no estuvieron tan mal, porque me entretuve con una Jame Boy Vaca que tiraran ¡con las pilas puestas! Pero cuando me cansé de matar marcianitos, me acordé de mi situación y comencé a sufrir de veras. Como no me atrevía a salir, aguanté como pude algunas horas más pero finalmente, sucumbí a los fétidos olores y vomité. Lo que no hizo más que agravar aún más el asunto, era un círculo vicioso: asco -> vómito -> + asco -> + vómito -> ++ asco -> ++ vómito -> +++ asco -> ... Sólo pude parar, cuando ya no tenía más material en el cuerpo para vomitar. Más tarde, quedé inconsciente debido al olor y la falta de oxígeno producida por la escasísima ventilación del contenedor.

Ahí seguí toda esa noche y todo el día siguiente, hasta que se dignó a venir el basurero y me encontró. Perdí otro día en el hospital; recuperándome del shock postraumático, la intoxicación, la contaminación pulmonar y la flatulencia (¡aleluya, por fin me libré de ella!).

La entrega de la droja del Chi Cho T-Lemoto sería al día siguiente a las 00:00, así que dediqué todo este día a prepararme para la ocasión, realizando diversas actividades de entrenamiento:

- Oír 3 cintas del Phari (para ser inmune al dolor y a las torturas). Por el mismo motivo, vi Tardes con Ana y Digan lo que digan, además de un poco de Sorpresa, sorpresa.
- Ver en el Cocho Club todos los capítulos de Os Collós Máxicos do Dragón, Collón Ball Z y Collón Ball O.G.T.
- Ver ciclo Bruze Li de la 2.
- Curso acelerado de artes marciales (ju-jitsu - tai-jitsu sinyoku ryu, sitokai soseikai, arigato gosai mas).
- Ver Lo que el viento se llevó 8 veces, por consejo de Beni Nopara.
- Hacer otras barbaridades inhumanas.

Finalmente, me creí lo suficientemente cualificado para la misión, por lo que pensé que lo mejor sería descansar un poco hasta la hora H del día D del mes M.

Me levanté e hice unos cuantos estiramientos. Creo que me pasé un poco, porque crecí al menos 9 cm. Para no levantar sospechas, camuflé el Marbella, que ya estaba “arreglado”. Le pinté grafittis con un spray y le coloqué una cola de zorro en la antena. Yo, me pinté el pelo de verde, me puse un bigote postizo y me vestí con una camiseta negra, una chupa de cuero y unos pantalones vaqueros rotos. Todo este camuflaje me resultó barato, lo obtuve en un tienda de todo a 100. Ya estaba listo para entrar en acción.


[CONTINUARÁ...]